lunes, 29 de septiembre de 2014

No olvidemos que todos y todas estamos en el mismo barco.

Por Yolí Sánchez Neyoy, @yolinette2

El pasado 13 de septiembre asistí a un encuentro de activistas de Amnistía Internacional en el D.F., donde, una de las sesiones fue dedicada a la resolución de conflictos. SERAPAZ fue la organización encargada de dar el taller, con herramientas interesantes para la resolución de conflictos, y al final de la sesión, Araceli Rodríguez del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad nos dio su testimonio.

En breve, Araceli es una mujer que se ha dedicado desde el 2009 a buscar respuestas respecto al paradero de su hijo, el Polícía Federal Luis Ángel León Rodríguez, que desapareció en el trayecto a una misión al estado de Michoacán, junto con otros seis policías y un civil. Las condiciones eran extrañas: Se les envió sin transporte oficial, y el civil acaba en este cuento porque le pidieron de favor que los llevara. A una misión oficial, háganme el favor. La historia detallada de Araceli la pueden encontrar en una búsqueda de internet, pero sólo quería resaltar la tenacidad, fuerza y determinación de Araceli. Ha sido ignorada, amenazada, amedrentada, le han dado vueltas, respuestas incompletas, turbias, incompetentes e incoherentes, y ella seguía en su misión por buscar la verdad. En realidad, sigue, pero su búsqueda tuvo un acontecimiento importante cuando, a raíz de la muerte del hijo del poeta Javier Sicilia y la reunión que el movimiento logró con el entonces Presidente Calderón, se coloca el tema en la agenda pública y les es prometida una resolución.
                                                               Imagen: lawg.org

El tema se colocó en la agenda pública, pero la resolución no ha ocurrido. Después de 5 años de desaparecido su hijo, sigue sin haber una asignación de responsabilidades, o por lo menos un poco de claridad respecto a cómo fue que desapareció su hijo. Ya ni siquiera nos metamos en saber qué fue de él, donde está ahora. Si no ¿qué sucedió, quién dio qué ordenes, con qué fin? órdenes que llevaron a su hijo a una misión poco preparada y sin seguimiento que significó probablemente su muerte.


Esto me recuerda a un ejemplo similar y a la vez radicalmente distinto. En su reciente libro “Hard Choices”, Hillary Clinton relata el momento en que ella, como Secretaria de Estado, debe de rendir cuentas ante el senado para deslindar responsabilidades en la muerte de personal del gobierno estadounidense en el ataque a la embajada de Libia de 2012. Se le incriminaba que no había puesto suficiente atención a las solicitudes de la embajada de incrementar las medidas de seguridad. O sea. Hillary Clinton tuvo que ir a testificar PERSONALMENTE ante el CONGRESO de los Estados Unidos por no haber atendido un MEMO que le llegó a su organización, ni siquiera a ella personalmente.


¿Y en México? Alguien ordena que se envíe a un comando de policías a una misión para la que no tienen los medios, ¿y nadie puede dar la cara? ¿Qué nadie tiene que rendir cuentas por sus decisiones? (la respuesta es, tristemente, no). Además de la clara falta de rendición de cuentas de los funcionarios en México, y el impresionante temple que tiene la Sra. Rodríguez, de su historia pude rescatar algo más: cada muerto, cada muerta, cada desaparecido y desaparecida tiene una historia. El no indagar en esas historias sólo fomenta que siga habiendo más muertes, más desaparecidos(as). Y no podemos etiquetarlos: “Algo hizo, por eso se lo llevaron”, “pues en qué andará metido(a)”. ¡No! Asumir eso sólo legitimiza como “aceptable” o “castigo merecido” la muerte o desaparición de más de 50,000 personas. Y mientras siga estando bien que la gente desaparezca, mientras las familias de desaparecidos(as) sigan siendo estigmatizadas, en vez de apoyadas por la comunidad y sus casos tomados en serio, el contador seguirá avanzando.

Ya casi para cerrar, quisiera sacar a colación el siguiente refrán: “a río revuelto, ganancia de pescadores”. Claramente, en nuestro país surgen más crisis de las que podemos atender. No acaba de caernos el veinte con los desastres en Baja California, cuando hay un levantamiento en el IPN que a algunos nos agarra por sorpresa, mientras que de fondo tenemos a un líder Yaqui preso injustamente, y campesinos luchando contra multinacionales por sus tierras y negligencia de mineras que provocan desastres ecológicos. Si todo esto sucede en un marco de violencia generalizada, es muy difícil distinguir la violencia del crimen organizado, de la que ejerce el gobierno contra sus propios ciudadanos y ciudadanas (recordemos que la amenaza YA constituye una forma de violencia, no es requisito que haya sangre). Se vuelve entonces muy fácil echarle la culpa al crimen de todo lo que pasa (además, permite que durmamos mejor, creyendo que los malos son los malos, pero hay alguien que nos cuida y que vela por nuestra seguridad), y creer que vamos por el buen camino.

Un último punto. Si hay una cosa que me impresionó aún más que el temple de la Sra. Rodríguez, fue el encauzamiento de su dolor. No sólo ha dado seguimiento tenaz a este problema, permitiendo que el caso de su hijo y muchos otros, porque ya no lucha solo por su hijo, siga vigente, que no caiga en el archivo muerto. Además de eso, ella no odia al gobierno. Su hijo era parte del gobierno mismo, y su interés no es tirar cabezas. Es conocer la verdad, sí para que se haga justicia, pero también  para encontrar la paz, y para que esto no vuelva a suceder. Ella ya no lucha ahora por su hijo. Lucha por todas y todos los mexicanos. El mexicano o mexicana que no se sepa en el mismo barco que ella, que revise a su alrededor. Y que recuerde esta cita, de otro contexto, pero en la misma situación:
“Primero llegaron por los comunistas, y no hablé porque no era comunista; después vinieron por los judíos, y no hablé porque no era judío; después vinieron por los sindicalistas, y no hablé porque no era uno de ellos, después vinieron por los católicos, y no hablé porque yo era protestante; después vinieron por mí, y para entonces no había quedado nadie que hablara.” - Martin Niemöller

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