"Como líder
de la policía comunitaria, Miguel Jiménez participó en la búsqueda
de los desaparecidos en Iguala."
Texto: Merel de Buck
Texto: Merel de Buck
Utrecht University
La violencia política
sigue en Guerrero: La matanza de un activista mexicano. Como líder
de la policía comunitaria, Miguel Jiménez participó en la búsqueda
de los desaparecidos en Iguala. Un nuevo asesinato político hace
regresar al estado de Guerrero a las noticias internacionales.
Después de la desaparición de 43 estudiantes de Ayotzinapa el año
pasado, la violencia sigue en la región. Miguel Jiménez pagó con
su vida por intentar generar un cambio social. Sabiendo que su vida
estaba en peligro, insistió en su trabajo como activista “para el
futuro de mis hijos”.
Foto:
Fuente desconocida
Un activista mexicano,
Miguel Ángel Jiménez Blanco, fue asesinado el
pasado sábado 8 de agosto en su lugar de residencia Xaltianguis, un
pueblo cerca de Acapulco. ¿Quién es el responsable de su muerte?
Aún no queda claro, pero todo apunta a un delito de carácter
político. Miguel recibió amenazas desde varios lados, por su
trabajo tanto en la búsqueda de personas desaparecidas en Iguala,
así como por su trabajo como policía comunitario en su pueblo
Xaltianguis.
El
último año, Miguel trabajó como activista en Iguala, una ciudad al
norte del estado de Guerrero donde a finales de septiembre de 2014
sucedieron terribles acontecimientos. Los policías municipales
atacaron un grupo de estudiantes de Ayotzinapa, de los cuales
cuarenta y tres fueron secuestrados y probablemente entregados al
crimen organizado. Mientras miles de mexicanos salieron a las calles
en protesta, Miguel dejó su pueblo para ayudar en la búsqueda de
los estudiantes desaparecidos en Iguala.
La limpieza
Con
cuarenta y cinco años de edad e hijo de una familia campesinos,
Miguel era un hombre serio pero con un carácter alegre. Sus amigos
lo llamaron “Migue”. Él era muy comprometido con su trabajo como
líder de la UPOEG, una organización de la policía comunitaria en
la región de la Costa Chica de Guerrero. En 2013 Miguel organizó a
su pueblo Xaltianguis para combatir la violencia que estaba
aumentando cada día en esta zona. La UPOEG basa su trabajo en usos y
costumbres; las prácticas culturales y la estructura organizativa de
pueblos indígenas. Así fue que los pobladores de Xaltianguis
escogieron un grupo de ciudadanos honorables para proteger a su
pueblo. Miguel acompañó este proceso y se encargó de que las
policías comunitarias trabajaran bajo la autoridad y control del
pueblo.
El fenómeno de policías comunitarias tiene una larga historia en
Guerrero y se considera que las zonas donde trabajan como las más
seguras de Guerrero. Sin embargo
la fundación de la policía comunitaria en Xaltianguis y sus
alrededores fue excepcional porque el valle funciona como puerta de
drogas hacia Acapulco, y por eso está bajo el control del crimen
organizado. No obstante, Miguel logró “limpiar” su pueblo, como
él mismo dijo, para garantizar seguridad para su familia y paisanos.
Casa por Casa
Casa por Casa
Una
semana después de la tragedia en Iguala, los padres de los
estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa asistieron a una Asamblea
regional de la UPOEG en el Cortijo. Por su falta de confianza en la
investigación oficial y la búsqueda del gobierno, los padres
pidieron ayuda a las policías comunitarias. Dos días después, una
larga caravana de camionetas llevando más de tres cientos policías
comunitarias partió en dirección a Iguala. Establecieron
un campamento en el zócalo de
Iguala y declararon no salirse hasta que todos los estudiantes
estuvieran de vuelta. Dirigido por Miguel, grupos de policía
comunitaria salieron diario al campo y los suburbios de Iguala. Con
su gran conocimiento como campesino, Miguel navegó a sus compañeros
por terrenos inaccesibles y buscó “casa por casa” por rastros de
los estudiantes desaparecidos.
Cuando
el gobierno mexicano anunció la noticia oficial de que los
estudiantes de Ayotzinapa supuestamente fueron quemados en el
basurero de Cocula, un pueblo cerca de Iguala, Miguel era uno de los
primeros en cuestionar esta versión. En su propio recorrido por el
basurero, había encontrado material que no resistiría frente al
calor necesario para quemar cuarenta y tres cuerpos. Por otra parte,
estaba lloviendo en la noche de la desaparición, dijo Miguel a la
prensa en un video que circuló a nivel internacional. Poco tiempo
después, científicos y periodistas mexicanos confirmaron las dudas
de Miguel sobre los resultados oficiales del gobierno mexicano.
Comité de Otros Desaparecidos
Durante
las búsquedas alrededor de Iguala, miembros de la UPOEG encontraron
numerosas fosas clandestinas. Cuando el estudio forense demostró que
no eran los estudiantes de Ayotzinapa, surgió la pregunta; ¿Quiénes
eran estas personas? La presencia de la UPOEG y periodistas
internacionales en Iguala brindó la posibilidad a los habitantes de
Iguala de romper su silencio colectivo. Así, una tras otra, las
historias salieron sobre personas que fueron levantados de la calle y
secuestradas por bandas de narcotraficantes. A veces pidieron un
rescate a los familiares, pero pagar era raramente una garantía que
las víctimas regresaran vivas. Las desapariciones eran algo común
en Iguala. Como Miguel mismo dijo en varias entrevistas: “Aquí, es
un gran cementerio clandestino”.
Foto
tomada en Octubre 30, 2014. REUTERS/Henry Romero
Después
de semanas de búsqueda, la mayoría de los miembros de UPOEG
regresaron a casa. Pero Miguel se quedó. Él siguió brindando apoyo
a las familias de personas desaparecidas en Iguala que se habían
atrevido a contar sus historias en público. Esto sin duda tenía sus
riesgos, en una ciudad donde el crimen organizado siguió igualmente
activo como antes del drama de los 43 que recibió atención
internacional. Junto con los familiares de las personas
desaparecidas, Miguel llevó a cabo el ''Comité de búsqueda los otros
Desaparecidos de Iguala''. Sin esperanza del regreso de sus
familiares vivos, los miembros del comité solamente querían la
oportunidad de enterrar los cuerpos de sus seres queridos. De nuevo,
Miguel acompañó los familiares cada día en su búsqueda por fosas
clandestinas en el entorno de Iguala. Él jugó un papel clave dentro
del comité al hacer contacto con los medios de comunicación
internacionales y organizaciones de derechos humanos. Él consolidó
una red de organizaciones de apoyo y junto con un sacerdote local de
Iguala, preparó la parroquia de San Gerardo en el centro de Iguala
como base de seguridad para el comité.
Durante
lo últimos meses de su vida, podía encontrarse a Miguel en el patio
de la parroquia. Allí estaba él, hablando con los periodistas,
arreglando ayuda psicológica para los familiares y coordinando la
recopilación de testimonios. Miguel también presionó tanto al
gobierno que logró que la sub-procuradora general fuera a la
parroquia y ahí prometió establecer un equipo de expertos forenses
de forma permanente en Iguala. Esto fue una gran victoria para el
comité, debido a que la identificación de los cuerpos era de
fundamental importancia para que los familiares de las víctimas
pudieran lidiar con su dolor.
Imposición de la transparancia
Una
tarde en noviembre, Miguel y unos miembros del comité salieron por
el lugar donde se habían encontrado el día anterior unas fosas
clandestinas. A su llegada, el lugar estaba cerrado y guardado por
una línea de policías, grande en estatura e intimidatoria. Desde
atrás del plástico que evitó el traspaso, los miembros del comité
podían ver a unos expertos forenses trabajando. Temiendo que el
gobierno tratara de hacer desaparecer pruebas para silenciar los
problemas en Iguala, los miembros se indignaron. También Miguel, que
anteriormente se mostró muy diplomático con representantes de
gobierno, estaba furioso al ver la injusticia. Inmediatamente, hizo
todo lo posible para exigir acceso al lugar. Él dijo que había
vivido momentos duros en su vida y sabe como mantenerse en
circunstancias difíciles, pero en cierto momentos, su cuerpo le daba
señales. Él apunta con sus dedos a lo largo de su cabeza y dijo:
“Este es un momento así”.
Este
escenario tarda horas y cuando ya está atardeciendo, Miguel consigue
permiso de entrar al lugar para controlar el trabajo de los expertos.
En un traje de plástico blanco Miguel entra y ya es noche cuando él
por fin puede transmitir sus observaciones al comité. La voz de
Miguel se tiembla y hay lágrimas en sus ojos cuando dice: “Si la
aparición de cuerpos aún me toca tan profundamente, ¿cómo
se sentirían ustedes como familia?".
In memoriam
Gracias
al trabajo de Miguel, cientos de personas en Iguala han reportado sus
familiares desaparecidos y se han encontrado más de doscientos
restos humanos. Además, seis cuerpos han sido identificados y
entregados a las familias. Miguel rompió el temor que prevalecía
entre los habitantes de Iguala y siempre se preocupó por la
seguridad de quienes han alzado sus voces. Él hizo público, a nivel
nacional e internacional, el número impactante de fosas clandestinas
y personas desaparecidas en Guerrero. Dándose cuenta que corría
peligro, pidió protección cautelar al gobierno, sin ningún
resultado.
El
asesinato de Miguel es una tragedia para el activismo político en
Guerrero, donde personas como Miguel, tan valientes y comprometidas
con la justicia, son muy escasas. Miguel deja una esposa y seis
hijos, y un espíritu de resistencia que continua inspirando a los
que buscan el cambio social.
Foto
de Bernardino Hernández. CUARTOSCURO.COM
Texto original en holandés (ver aquí en la página de ''Kritische Studenten'' y pronto también en la revista electrónica La Chispa)
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